Cuando era adolescente, de 14 a 18 años, iba a cuidar los niños en algunas familias y una en particular cuya dama se llamaba Pierrette. Después de todos estos años pasados, nos volvemos a encontrar.
El llamado del Señor
A los 18 años, respondí al llamado del Señor a seguirle en la Vida Religiosa. Entré pues donde las Hijas de Jesús en Septiembre 1966. Había dicho adiós a los niños y a sus padres.
Deseo de volverse a encontrar
Hace alrededor de 5 años, tuve el deseo de encontrarme con Doña Pierrette para contarle mi recorrido, pues esta señora ha sido muy significativa para mí en esa época. Ella era joven, dinámica, abnegada.
Un paso fructuoso
Emprendí pues una búsqueda vía Internet para encontrarla. Mi búsqueda fue fructuosa. Ella vivía ahora en las Islas-de-la Magdalena. Decidí entonces escribirle una larga carta para Navidad. Qué alegría para mi, recibir noticias de ella algunas semanas más tarde. Nuestro deseo común era de volvernos a ver, pero las circunstancias hicieron que eso no se produjo.
Reencuentro “inesperado”
Desde un año, las Hijas de Jesús de Trois-Rivières, vivimos en la Residencia Lokia de Trois-Rivières. Allí están también las Ursulinas, las Carmelitas y los laicos.
Cada mes recibimos la revista de la Residencia llamada “Libélula”. Encontramos ahí muchos artículos interesantes, fotos de nuestras actividades, juegos, la lista de los aniversarios y de los nuevos residentes.
Después del almuerzo del 2 de Julio, me apuro en leer la revista y leer la lista de los nuevos residentes por si acaso conociera a alguien. Qué alegría para mi leer el nombre de Doña Pierrette. Pero ¿será bien ella? Comunico con la recepción para averiguar si ha llegado y si viene de las Islas-de-la-Magdalena. Me confirman que sí, entonces pregunto por su número de apartamento. Llamo pues y me nombro, ella me dice: “¿Pero, dónde estás?” Le contesto: “En la misma casa que usted”. Sorpresa y asombro compartido, ¿será posible? Por causa de la Covid, no nos podemos ver, tiempo de aislamiento e instalación.
El 31 de Julio fue por fin el gran día. Nos damos cita en nuestro bello patio interior, en el columpio, para una bella y larga conversación. Un sueño acababa de realizarse.
Acción de gracias
Gracias Señor, por haber permitido que nos volvamos a encontrar, y además, vivimos en la misma residencia, ¿quién lo hubiera creído? Seguro que yo, no. Tengo ahora 73 años y tenía 18 cuando nos separamos. Corrió mucha agua por debajo de los puentes desde ese tiempo. ¡Cómo no darle gracias a Dios!
Antes de terminar este artículo, compartiré con ustedes esta pequeña nota que recibí de esta señora, después de nuestra reunión : “Gracias, Pauline, la niñera de mis pequeños… ¡paciente, juguetona y responsable! Estoy feliz con este reencuentro. “
La Residencia Lokia de Trois-Rivières, es para nosotras lugar de encuentro, fraternidad, apertura, comunión y misión. Mi convicción profunda es que el Señor nos ha devuelto al corazón de su pueblo para proseguir nuestra misión hasta el final y Él nos reserva a veces unas magníficas sorpresas que yo llamaría “¡lo inesperado de Dios!”
Hna Pauline Lessard, h.j. Trois-Rivières, Canadá
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