Las Hijas de Jesús dan un lugar muy particular a la figura de Angélica Perigault, nacida en Talensac (Ille et Vilaine), el 3 de febrero 1820. Sin dominar el bretón, atraída por la pobreza y la extrema sencillez de la pequeña congregación todavía poco conocida, ella entra al noviciado de las Hijas de Jesús de Bignan en 1841, a la edad de 21 años. En el momento de su profesión religiosa, llegará a ser Madre María de San Carlos. Elegida Superiora general a la edad de 26 años, lo será hasta su fallecimiento en 1884.
La larga duración de su generalato marcó la congregación así que la riqueza de su personalidad. Gracias a ella, supo afrontar con fe y audacia las graves dificultades que habrían podido llevar a la desaparición de la joven congregación. Pero el fundamento espiritual que ella lega a su familia religiosa es sin duda lo que más ha marcado al Instituto.
La Congregación se estructura
Mujer alcanzada por Dios, animada por una vida espiritual para una vida religiosa apostólica, ella estructuró la Congregación y contribuyó fuertemente a darle un soplo misionero.
Durante mucho tiempo, la casa de Bignan había resultado demasiada estrecha para la joven Congregación. En 1860, La Casa Madre se establece a unos kilómetros de distancia, cerca de Locminé. Esto fue la segunda cuna de la Congregación, “Kermaria”: el pueblo de María. Luego se edificó una capilla; dedicada a San José, se volvió, en el transcurso de los años, un lugar de peregrinación para las poblaciones circundantes y otras regiones de Francia.
En el transcurso del generalato de Madre María de San Carlos, la Congregación conocerá un crecimiento notable: el número de hermanas pasa de 60 a más de 600 y numerosas fundaciones se pudieron realizar en pocos años. A menudo, fue a través de grandes pobrezas, pero también con audacia que se realizaron y fueron llevadas en la fe en el porvenir.
Después de su muerte en 1884, la Congregación seguirá conociendo un desarrollo importante.
La riqueza de una experiencia espiritual
Si Madre María de San Carlos contribuyó en gran medida al desarrollo del Instituto, su aporte esencial a la Congregación es sin embargo en otra dimensión. Se sitúa en la riqueza de una experiencia espiritual, en una mística de la acción apostólica que, por su ejemplo y sus consejos, supo comunicar a sus hermanas.
Para ella, la acción de las hermanas no se reduce a una actividad individual. Debe ser sostenida por una vida común, impregnada de caridad fraterna y por una pobreza de vida a la cual la superiora general le da mucha importancia.
Para Madre María de San Carlos, es en Dios que esta acción apostólica encuentra su fuente y también su libertad.
“Oro a Dios, escribe ella, que nos dé su Espíritu para hacernos actuar en tiempo oportuno según su beneplácito,
luego me abandono entre sus manos con calma y paz.”
Escritos de circunstancia
Entre las primeras Superioras Generales, Madre María de San Carlos es la única que ha dejado documentos escritos. Sin embargo, nunca ella buscó hacer obra literaria. Son escritos de circunstancia que manifiestan sin embargo lo que es y lo que quiso para la Congregación. De la expresión de su experiencia personal y también de los consejos dados a las hermanas, se destacan unas líneas de fuerza: humildad, sencillez, confianza en Dios, desapropiación, búsqueda constante de la voluntad de Dios. Es difícil quedarse insensibles a estos textos de los cuales varios fueron incorporados en la Regla de Vida de las Hijas de Jesús de 1983.
“Esforzarse de ir siempre progresando en el Espíritu de fe que ve a Dios en toda cosa y toda cosa en Dios y que aprende a utilizar los obstáculos como medios para avanzar hacia Él.” (1877)
“Estoy contenta de Dios, no de mí… Me contento con mantenerme bajo la mirada de Dios… Permanezco contenta”. (1879)
Quiero pedir a nuestro buen Padre san José el espíritu interior, el espíritu de sabiduría para no actuar más, en los días malos que atravesamos, que conforme a la voluntad divina en todo.” (1880)
He vivido día tras día, he querido hacer la obra de Dios y no la mía, estoy contenta de Dios a pesar de las penas que entreveo. No deseo más que una cosa: el cumplimiento de su beneplácito.” (1881)
Como superiora General, Madre María de San Carlos deja a las Hijas de Jesús y a los Asociadas-os la herencia de este lema que había hecho suya
“Vengo oh Dios, para cumplir tu voluntad”