Annie Le Floch nos comparte su meditación delante la escultura de “Cristo resucitado” puesta a la entrada del cementerio de Kermaría.
“Sea fuerte, sea fiel, Dios te lleva al desierto…”
(Himno de tiempo de la Cuaresma)
El desierto de la Cuaresma se acaba con la gran liturgia de la semana santa, en contemplación de Jesús, el CRISTO, en su misterio Redentor.
La Pascua se acerca, el Aleluya va a resonar nuevamente en nuestros cantos.
Contemplo este Cristo, sus manos abiertas llevan la marca de los clavos, son un poco de frente, un poco de lado, llamado y envío a la vez…
Son : “VENGA”
Son : “VAYA”.
Sus pies, cosa extraña, no parecen tener soporte y sin embargo aparecen como pegados a la tierra, pies de caminante, pies que han recorrido nuestros caminos, pies enraizados en la VIDA de los hombres.
Son : “CAMINA”
Son : “AVANZA”
Y El, la mirada fijada hacia la lejanía, sonríe… Sí, El sonríe, esta mirada es trascendental, serena, tranquila, confiada, no duda. El mira a la muchedumbre de los hombres que ha salvado, que ha reconciliado. El mira la culminación de sus sufrimientos :
“He terminado la obra que me has dado de hacer…” (Jn 17, 4).
Contemplo y en mi corazón susura:
“MI SEÑOR Y MI DIOS”
Y le oigo decirme :
“Persiga tu éxodo, Kermaría, camina todavía hacia tu alegría”
ya que “dichosos los que creen sin haber visto”. (Jn 20,29)
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