La hermana Cecilia nos cuenta como podemos ser portadores de un Evangelio que libera, yendo más allá de nuestras propias fronteras, a pesar de una edad avanzada.
Nuestro Carisma de Hijas de Jesús nos invita a abrir nuevas puertas para dar a conocer mejor “la Santa Humanidad del Hijo de Dios”.
Una de nuestras empleadas trabaja a veces a la prisión; a través de su testimonio yo tomé consciencia que yo podía escribir a un prisionero. Nuestra empleada me puso en contacto con las autoridades de la carcel. En febrero de este año decidí comunicarme con ellas y me confiaron un prisionero muy difícil. A la edad de 16 años cometió una falta grave. Durante 40 años ha estado de carcel en carcel, encerrado en sí mismo, sin hablar con nadie, haciendo una persona muy violenta.
Un primer paso: abrirse al otro
En mi primera carta yo le pido si quisiera ser mi amigo. Yo le digo:” Soy Cecilia, una mujer de 91 años y me gustaría tener un amigo y en signo de amistad yo le envío un par de medias de lana para que pueda calentar sus pies.
Su respuesta no tardó. Aceptó ser mi amigo. Él lloró mucho al recibir las medias, porque nadie le había ofrecido un regalo desde 40 años. Me dice que ahora él no tiene familia. Él piensa que la razón por lo que la familia lo ha dejado es por el daño que ha hecho en su vida. Pero guarda esperanza que él será perdonado . Me pide que continúe escribiéndole porque ese le hace mucho bien. Los agentes de la carcel están impresionados porque él empieza a expresarse a partir de las cartas que le escribo.
Un segundo paso: hablar de Jesús
En mi segunda carta yo le digo que me gustaría hablarle de mi amigo Jesús. Yo le cuento que soy religiosa y que amo mucho a Jesús. Yo estaría contenta compartir con él sobre lo que conozco de ese amigo. Pero lo dejo libre de aceptar mi propuesta. Inmediatamente él me contesta: “Yo estoy feliz! Es la primera vez que una persona me dice que él ve mucho más lejos que el mal que yo hice… mi corazón es duro pero no me enseñaron a ser de otra manera… Yo soy católico y le hablo a Jesús todos los días y también a la Santísima Virgen. Yo me enojo a veces con Jesús” ¡Qué progreso en su camino!
Avanzar juntos en el Amor
Feliz y lleno de reconocimiento él no se cansa de decirme gracias. Sin embargo me dice que no estoy obligada a responderle. A mí, me corazón me dice que yo debo continuar comunicándome con él porque eso le hace bien. Yo le digo que si sus familiares no lo han tomado en sus brazos, y estuvieron duros con él, tal vez que ellos mismos nunca recibieron el afecto. Él lo reconoce y añade que en el fondo le hubíera gustado ser una persona dulce. Su guardia en la prisión lo anima y le dice que desde ya se le presenta cosas buenas en su vida. En este momento su corazón desborda de alegría. Él ora por mí y me promete que un día me podrá decir porque ha pasado tantos años en prisión . Por el momento él no quiere perderme como su amiga.
Unos gestos significativos
Yo continúo alentándole con signos de amistad y pequeños detalles. Le envío mantequilla de arce. Su guardia observa sus reacciones. Él sostiene el recipiente con sus dos manos mirándolo con sorpresa sin decir nada. Él fue a buscar tres tajadas de pan, las ha llenado de mantequilla de arce y se las ha comido degustándolas. Por la noche antes de ir a acostarse hizo lo mismo con una tajada de pan y la degustó hasta el final.
En su carta de respuesta me dijó que él nunca había comido algo tan bueno. Creía estar soñando y no quería despertarse. “Ahora yo soy una persona que no me siento totalmente solo… Si Usted supiera como mi corazón está alegre de tenerla como amiga. No tenía confianza en ninguna persona pero Usted me ha dado el gusto de vivir, de hablar. Yo creo en el fondo de mí que soy una persona generosa, pero tengo dificuldad a dejar salir mis emociones…”
Después yo le doy tres tarjetas decoradas con ramo bendito. El coloca una en su celda, regala otra a su veci y la tercera la coloca en la cafetería explicando a los prisioneros el significado de la imagen. Imagínense Ustedes ese hombre solitario y endurecido, tambien violento, explicando el ramo bendito a sus compañeros. ¡Qué milagro!
Un paso más hacia la libertad
Después de tres años, las autoridades le ofrecen una terapia para ayudarle a aceptar lo que ha sido su vida. El siempre lo había rechazado. Hoy él me dice que está listo. “Pero tengo miedo de perderla como amiga cuando Usted sepa lo que hize.”
Los guardias lo animan y después de un mes él empieza una terapia.
Ese testimonio es para mí una respuesta a esta palabra de Jesús: “Todo lo que Ustedes hacen a los más pequeños, es a mí que lo hacen” Mt 25,40.
Es la prueba que el Amor puede cambiar una vida. El Amor hace milagros!.
Hermana Cécile Lavoie, fj. Rimouski, Canada
Que lindo testimonio Hna Cécile. De vedad que todo encuentro de escucha y compartir tiene alcances insospechados. Pienso en la Señora que trabaja para ustedes…Fue un encuentro que transformo la vida de otros terceros….
Gracias hermana por la creatividad en la misión hasta el final!