Madeleine Le Beau y Suzanne Le Rouzic respondieron a los pedidos de reemplazos para distintos servicios en la casa de acogida de la “rue d’Arras” (Paris). Nos hacen partícipes de su manera de vivir esa experiencia.
“El 2 de agosto, la casa estaba muy animada: llegadas y partidas de las Hermanas que habían participado del capítulo general.
Durante mi estadía, aprecié la delicada y relajada atención de Anaïse, Annick y Renée, las Hermanas presentes en la comunidad. La alternancia acogida/aseo fue bienvenida: un trabajo hecho sentada descansa después del aseo en las piezas y ¡la limpieza de los vidrios en las oficinas!
Los tiempos libres en los inicios de las tardes me permitieron visitar los alrededores: Jardin des Plantes, Instituto del Mundo Arabe y algunos museos. El cansancio del trabajo estaba aliviado también por intercambios espontáneos y confiados con las dos otras voluntarias, Madeleine Le Beau y Rhona Burns. Pasamos una noche agradable en la comunidad de La Roquette, invitadas por Irène Bourel, sola a bordo.
Las comidas en la “rue d’Arras” me permitieron encontrarme brevemente con Micheline Cormier, nuestra nueva Superiora general que no conocía, el “Gran Hermano” camerunés en descanso en la comunidad.
Esta estadía me hizo entrever las realidades de la acogida asegurada por la comunidad a lo largo del año. Me queda el recuerdo especial de la misa en Notre-Dame de Paris a las 8 de la mañana: belleza de los lugares, participación recogida de las personas presentes.
Me sorprendió constatar que volví de esta estadía descansada, sin duda por el cambio de lugar que viví y por los lazos fraternos vividos.”
Suzanne Le Rouzic
“De vuelta de mi año sabático en Canadá en junio 2016 me encuentro disponible para prestar un servicio durante el tiempo de las vacaciones donde hay a menudo que proveer en reemplazos. Me pidieron dar dos semanas en la “rue d’Arras” para reemplazar a la cocinera durante sus vacaciones.
Este servicio fue para mí la oportunidad de encontrar a Hermanas que no conocía, algunas delegadas al capítulo general y otras que habían venido para asegurar reemplazos en la casa de acogida como yo. Hemos vivido en un clima de fraternidad y de ayuda mutua, con tiempos de compartir y de esparcimiento. Debíamos estar disponibles y solidarias según los acontecimientos, cada una comprometiéndose según sus posibilidades.
Este servicio me permitió profundizar mi pertenencia a la Congregación. Experimenté también nuevamente que tenemos que enriquecernos mutuamente para vivir nuestra misión donde estamos enviadas.”
Madeleine Le Beau
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