Las rosas y el jardín florido

 

En el contexto del Año Aniversario 2020, celebramos con alegría el 30 aniversario de la fusión de las Hermanas de la Inmaculada Concepción de París con las Hijas de Jesús. Es una fusión que vio florecer un hermoso jardín.

 

Para empezar a leerlo, les invitamos a acompañarnos a un jardín. Este jardín nos recuerda una alegoría, « las rosas y el jardín florido » contada por el Padre Révillon, hace más de treinta años a un grupo de hermanas que buscaba juntarse con otra congregación. En esta historia, el rosal quería permitir a las rosas seguir floreciendo y derramar su perfume, por eso buscaba otro jardín. Después de pasear y de encontrarse en el jardín de las Hijas de Jesús, las Hermanas de la Inmaculada Concepción de Auteuil tomaron la decisión, con un espíritu de fe, de trasplantar su rosal en la tierra de Kermaría. Era en 1990.

 

De hecho, un vocabulario relacionado con el jardín con sus imágenes de raíces, savia, injertos, plantas variadas favorezcan un mejor conocimiento de los inicios de la Congregación de las Hermanas de la Inmaculada, de su carisma, del acontecimiento de la fusión. Al igual que los suelos, las herencias humanas y espirituales de las dos congregaciones se enriquecieron mutuamente al aprender a vivir juntas.

 

Mosaico de Cristo el Jardinero de la Catedral nacional Washington DC

En el transcurso de estos 30 años, el Jardinero que abre el camino en verdad y para la Vida visitó con regularidad este nuevo jardín, su jardín. Acompañó unos tallos o podas necesarios. Fue cuidadoso en promover la armonía. En cuanto a sus jardineros-servidores, se preocuparon de ir a la Fuente para sacar el agua indispensable para regar y fecundar la tierra.

 

 

Nacimiento de un rosal

 

Una de las rosas de nuestro jardín ya es vieja, ya que fue plantada el 21 de agosto de 1858. Este rosal precioso, conservado como un tesoro, testimonia la riqueza del patrimonio histórico, espiritual y misionero de la Congregación de las Hermanas de la Inmaculada Concepción de París. Vayamos a sentarnos cerca de él para admirar su belleza y respirar su perfume que atraviesa las edades. Escuchémoslo para que nos revele este Camino de Vida (el nombre dado al librito de las Constituciones de la Congregación en 1985) que se ofreció como don de la Iglesia a sus hermanos y hermanas en humanidad y que nos llega hoy aquí.

 

Los dos fundadores

 

El padre Jean-Baptiste Largentier nació el 25 de agosto del 1807 en Eaux-Puiseaux en la diócesis de Troyes en Francia. Criado por su madre que tenía una devoción a las almas del Purgatorio, fue encargado de esa misión en las distintas parroquias donde le tocó servir.

 

Durante los meses que siguieron su curación del cólera en 1854, mientras era vicario en Saint-Merry (París), fue presentado en Roma su proyecto de fundar una Congregación con “el especial objetivo de orar por los difuntos”. Como nació en los días en que se definió por dogma la Inmaculada Concepción de María, se recomendó dar a las futuras Hermanas el nombre de la Inmaculada Concepción. Hubo una primera aprobación en 1856, pero, como muchos otros institutos religiosos, la Congregación conoció la precariedad en los inicios.

 

 

Sophie Joffroy nació el 21 de abril del 1823 en Chivres, en la diócesis de Soissons, en Francia. Después de unos años de vida religiosa en el Instituto de las hermanas del Niño Jesús en Soissons, se retiró. Vino a París para dar un seguimiento a los intercambios de cartas que había tenido con el Padre Largentier. Desde esa primera entrevista del 21 de julio del 1858, el Padre Largentier supo que podía contar con ella para fortalecer su pequeño Instituto. La hermana Saint Anaclet pensó en negarse para dirigir la comunidad que contaba con 34 religiosas viviendo en una extrema pobreza. Pero, después de confiarse a la Virgen María y de haber expresado su angustia a un Padre jesuita, aceptó esa responsabilidad.

 

Madre Saint Anaclet pasó a ser la fundadora de las Damas Auxiliadoras de la Inmaculada Concepción cuya aprobación oficial fue recibida del Arzobispo de París el 25 de agosto del 1858. En 1861, por causa de la pobreza y de las dificultades en subsistir, ese mismo arzobispo quiso agregar la Congregación a otro Instituto. Cuando vio la reacción de Madre Saint Anaclet y después de conocer el detalle de la aprobación, debió abandonar la idea. La Congregación de las Damas Auxiliadoras de la Inmaculada Concepción tenía un futuro por delante.

 

Madre Saint Anaclet murió el 1° de marzo del 1873 y el Padre Largentier el 8 de agosto del 1883.

 

 

 

El carisma

Animadas por el espíritu de sus fundadores, la renovación de las Constituciones, en 1985, permitió a las Hermanas de la Inmaculada Concepción de París actualizar su carisma en términos de solidaridad con los seres humanos más allá de la muerte. Jesús también se hizo solidario de la humanidad separada de Dios: descendió hasta los infiernos. Dios es el Dios de los vivos y de los muertos. Así las Hermanas siguieron siendo servidoras del Misterio de la Redención, con el propósito de volver al rostro sufriente de la humanidad hacia el rostro misericordioso de Cristo, para volverlo hacia la luz.

 

Apasionadas de Jesucristo según el espíritu de san Ignacio de Loyola, las Hermanas dan, en el corazón de su vida cotidiana, preferencia a los más desprovistos de quienes Cristo se hizo el hermano en su pasión, especialmente de los enfermos, acompañándoles en sus sufrimientos y sus enfermedades y llevándoles el consuelo. Esa preferencia llega también a los abandonados y oprimidos, ayudándoles a recobrar la confianza en su dignidad humana y a insertarse en la sociedad. Su constante deseo es que todo ser humano responda a su vocación de hijo de Dios.

 

 

 

 

Es bajo la protección de la Virgen María Inmaculada que las Hermanas se comprometieron a vivir ese carisma.

 

“Las religiosas deberán entonces comprometerse,

con un cuidado muy especial,

a plasmar en su conducta las virtudes

de la Toda Santa Virgen María,

su modelo y su Madre.”

 

Constitutions no 7

 

 

para ser continuado …

Las Hermanas del Consejo general de las Hijas de Jesús

1 Comentario

  1. Que bonito hermanas es sentir el perfume de este jardín de rosas. El Señor siga plantando en todas hijas ese amor por los más pobres. Me encantó acercarme al carisma de orar por los hermanos y hermanas más allá de la muerte.. Y en este tiempo me resulta significativo, pues los duelos son mas difícil de vivir por la cuarentena. Importante legado espiritual¡

    Abrazo y unidas en la oración!

    Responder

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