Lo que comenzó como un pequeño gesto de ayuda de nuestras Hermanas a un pueblo sufriente en Chile se ha extendido como el fuego, el fuego que Jesús vino a encender en la tierra.
Situación actual
En todo el mundo, estamos en plena pandemia. Además en Chile nos llegó el invierno con el frío, las lluvias y vientos fuertes, para juntarse a la cesantía que nos aflige desde Octubre y Noviembre 2019, y provoca hambruna, sobre todo en los sectores más vulnerables.
Movidas por el Espíritu de Jesús, tan sensible ante las personas que sufren, seguramente que todas buscamos la manera de responder a las necesidades de las víctimas de esa pandemia tanto en salud como social: enfermos y abuelitos solos, cesantes, y todos los que sienten hambre diariamente. Para poder hacer algo necesitamos el amor, la audacia y la creatividad que vienen del Espíritu.
Vida fraterna
“Llegó la hora” de intensificar nuestra vida fraterna a través de la oración, del diálogo, del discernimiento y sobre todo de la ayuda mutua que permite a cada hermana participar según sus posibilidades y con otros, en una acción concreta, pero siempre en nombre de toda su comunidad.
Gesto solidario
Aquí en Chile, tanto en Chillán como en Santiago, nos juntamos a otros grupos de la comuna y de la parroquia para organizar una “olla común”.
En Chillán por ejemplo, estamos viviendo una experiencia muy hermosa. Con amigas de nuestra población, pensábamos organizar algo pequeño, sencillo pero necesario, y nuestro proyecto se nos fue de las manos.
Nuestro pequeño proyecto de “olla común” para unas 20 personas o un poco más, del sector de nuestra capilla, entusiasmó a otros y otros… La “olla común” es algo conocido e histórico en Chile. La idea, la recogió primero nuestro párroco y él pensó hacerla a nivel parroquial. Parroquia amplia, con más de 60.000 h.
Se prende el fuego de la solidaridad
Se sumaron más y más gente, tanto por hambre como para solidarizar. Ante eso, se vio la necesidad de coordinar y hacer reunión. Los militares de la zona, ofrecieron cocinar. Los presidentes de las Juntas de Vecinos se acercaron con sus listas de personas necesitadas, la Municipalidad ofreció pagar el gas de las dos grandes cocinas prestadas por el Ejército, el personal de la radio parroquial coordina y recibe las donaciones, etc.
Ahora, el proyecto es de todos! Quien tenga papas, cebollas, lentejas, tomates, manzanas… o dinero, lo aporta. Todo se comparte y al final, hay para todos y aún sobra. A mediodía, un miembro de cada familia inscrita, se acerca con su olla, y se le entrega.
“El fuego de la caridad se prende a toda la tierra”
El primer día de la olla común, se hicieron 300 almuerzos, la segunda semana se sumó a 400 y actualmente, se entregan 800 almuerzos, de lunes a viernes, gracias a la colaboración y solidaridad de todos. Lo más difícil es mantener el número necesario de voluntarios para ir a dejar a las casas de enfermos y ancianos los almuerzos, sobre todo los días de mucha lluvia y frío.
Increíble como un pequeño gesto de solidaridad puede suscitar en los demás el deseo de compartir también de su persona y de lo que tiene. Es un poco como el “fuego que Jesús vino a prender en la tierra”. Se extiende sin límite.
La multiplicación de los panes, la podemos vivir todos los días,
cuando hay fe y amor al hermano.
Hnas Noëlle Voisin y Louise Robidoux hj
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