Estas notas me recuerdan lo esencial de nuestra vida de bautizados: dar testimonio del amor del Dios vivo. Lo esencial es Jesucristo muerto y resucitado para nosotros. Toda nuestra vida está impregnada de un misterio de amor que nos llama, nos prepara y nos conduce a una vida íntima en Dios mismo.

Espero que este texto les invitará también a una profunda reflexión sobre la Pascua del Señor. Hna Jeannine D’Amours, H.J.

La resurrección es el corazón de nuestra fe. A lo largo de nuestra vida hemos encontrado unos testigos de la resurrección. Eso nos permitió cruzar momentos defíciles para llegar a tener más vida.

En su carta, «La alegría del Evangelio», el papa Francisco nos dice:“La resurrección es fuerza de vida”.

§Una fuerza de vida que penetró el mundo.

§Una fuerza que está obrando en nuestra propia vida.
( De eso nos habla San Pablo en Cor. 15)

. Un punto decisivo de nuestra fe

Una afirmación fundamental: en la fe, Cristo e yo, somos indisociables. Es un misterio, una rica verdad. Nunca hemos terminado de dejarnos transformar por ella.

Según Benedicto XVI, en su Encíclica sobre la fe, en los números 15, 16, 17:

§Muerte y resurrección revela la fidelidad de Dios. Es la fidelidad llena de su amor. Su muerte culmina a la hora de la cruz. La fe se reafirma por su amor para con nosotros. Solo el amor es digno de fe.

§La resurrección es la fiabilidad total del amor del Padre, capaz de iluminar las tinieblas de la muerte.

§Un acto divino:La muerte es el último sello de la vida de Jesús. La resurrección es su divinidad. Numerosos testigos estuvieron a su muerte. A su resurrección, uno solo: DIOS.

Tener un acercamiento progresivo por la resurrección es entrar en el espacio mismo de Dios. Eso escapa a la ciencia humana. No se puede averiguar.

La resurrección es el hecho real de la metamorfosis de los discípulos. Ha dejado huellas excepcionales. (A su muerte San Esteban nos habla de “Fuerza de vida en Dios quien resucita su Hijo…”). El cuerpo resucitado se arranca de nuestro mundo mortal. Hace una entrada en el mundo de Dios.

Las apariciones a los humanos, en todo lugar y en todo tiempo, en nuestro mundo contemporáneo, son como signos. San Pablo en Cor. 15 dice: ¿Cómo resucitarán los muertos? Resucitarán en la fuerza de un cuerpo espiritual”.

Hay continuidad y discontinuidad. No somos capaces de hablar de eso pero no quiere decir tampoco que no es posible. Lo que hará Dios será más bello y más grande.

Nuestra Esperanza: fundamento de nuestra fe en la resurrección

Una fuerza de vida ya está obrando en nuestra vida personal. ¿Cómo reconocer que la resurrección está obrando en nosotros? Es vencer día a día las pequeñas tinieblas y trasformarlas en vida… Esta trasformación se prepara por los sacramentos y eso desde nuestro bautismo. El domingo celebramos nuestra propia resurrección.

Debemos preparar nuestra resurrección:

• Es un don, una fuerza de vida, un compromiso en lo quotidiano. Se inicia este trabajo con Cristo.

• Es morir al pecado, a nuestro egoísmo, para vivir dándonos a los demás.

• Es orientar nuestra vida hacia el futuro: ( no 4 de la encíclica de Benedicto XVI). Vivir en el pasado pero también en el futuro. Un signo de eso es la caridad que anima nuestra vida. El amor es fuerza de vida. Tenemos que volver a encontrar el sentido de la caridad fraternal.

• No tener miedo a la muerte. Decimos: tenemos que prepararnos a la muerte. Tendríamos que decir: prepararnos a la vida. No nos alejamos de la resurrección de Cristo. Aprendemos a acogerla mejor. Siempre reconocer que está obrando en nuestro mundo. Reconocemos la acción misteriosa de Dios en nosotros. Él resucita la belleza; el don de nosotros mismos es fecundidad.

LA FE ES FUERZA DE VIDA,
APRENDEMOS A DESARROLLAR
UNA MIRADA CONTEM PLATIVA
SOBRE NUESTRA VIDA Y SOBRE NUESTRO MUNDO