Experiencia de la comunidad – signo profético en el mundo de hoy

 

Con ocasión a la fiesta de la Candelaria, la Hna Viviana nos comparte algunos acentos a privilegiar en la vida religiosa de América Latina y el Caribe. Particularmente la opción por la experiencia de comunidad como signo profético, signo de la luz de Cristo que desea mostrar al mundo de hoy.

 

Elegir el camino de conversión hacia Jesús

 

La vida religiosa ha entrado en un proceso de discernimiento y reflexión de lo que significa el tiempo de crisis y cambios profundos a nivel global, que ella misma como experiencia humana también sufre. Este proceso de discernimiento ha favorecido la toma de conciencia del llamado del Dios de Jesucristo, y de aquello que la hace menos profética y menos testimonial en el mundo de hoy, ya que la dimensión profética es esencial en la vida religiosa.

 

Esta discernimiento y reflexión han provocado el urgencia de ponerse en camino de regreso a lo esencial en el seguimiento de Jesús, es decir una conversión personal y estructural que favorezcan la misión desde la identidad profética que hemos recibido.

 

La comunidad como célula de un organismo vivo

 

Este camino de regreso a lo esencial ha demostrado que lo primero que hemos de cultivar es la experiencia de vida comunitaria. Desde los orígenes tanto de las primeras comunidades, como de la vida religiosa, la comunidad es la primera causa de expansión del evangelio. Ella refleja unos valores alternativos a la sociedad, es decir es signo profético que anuncia con su vida un bien mayor – Jesús y su manera de vivir. Durante la asamblea regional de las Hijas de Jesús en América Latina se utilizó la metáfora de la célula como parte de un organismo vivo, con lo cual se quería expresar que si las células- comunidades, están sanas todo el cuerpo- congregación, como organismo vivo está sano.

 

En este sentido fortalecer la experiencia de comunidad-célula es ser fiel a la misión confiada en la actual sociedad. Las comunidades internacionales, intergeneracionales e interculturales, tan diversas, descubren que la experiencia de comunidad es una verdadera escuela-universidad de vida, es un proceso de crecimiento humano, y de madurez de vida espiritual. En esta experiencia no se escoge con quién vivir, pero si se escoge amar, se aprende a relacionarse desde el respeto, la caridad y mantener vivo el deseo de conocerse como hermanos llamados por Dios para compartir la misión.

 

La comunidad como testimonio y signo

 

La experiencia de comunidad significa :

 

  • Favorecer el conocimiento de nuestras raíces culturales, familiares, académicas, pastorales, nuestros proyectos de vida a nivel personal, espiritual y apostólico.

  • Poner en común no solo nuestros bienes materiales, sino aquello que gesta vida en nosotras y alrededor de nosotras, aquello que nos preocupa y nos ocupa, es decir, compartir nuestra experiencia de fe. Fortalecernos unas a otras en el seguimiento de Jesús y hablar de los gestos de reino que vemos o que ayudamos a gestar, es hacer que la Palabra y el gesto cobre vida entre nosotras.

 

Dar este paso en la vida de la comunidad local será un reflejo, un testimonio, un signo de Dios y su manera de relacionarse y de actuar: Él es encuentro entre tres personas diversas. Y este encuentro interpersonal nos hace necesariamente salir de la comodidad, o la indiferencia, por lo tanto, una comunidad en misión es una oportunidad magnífica para crecer en conciencia social y en una visión clara de lo que significa:

 

  • Nuestra opción comunitaria en un mundo de relaciones efímeras y a veces rotas.
  • Los votos que profesamos y su impacto en los que nos rodean.
  • La formación académica y espiritual, las opciones, decisiones y acciones que como religiosas asumimos.
  • Los colectivos o redes de las que hacemos parte.
  • El manejo de mi tiempo y nuestro tiempo para favorecer un proyecto de vida personal y a la vez común.

 

En este sentido la gente nos pregunta por nuestra vida, nuestra manera de relacionarnos, nuestra manera de poner al común, de trabajar, de vestir, de comer …

 

¡Ya es la hora!

 

América Latina dice “¡Ya es la hora!” lema tomado del relato de las bodas de Caná Jn 2, 1-12, y que fue propuesto por la Conferencia de Religiosos de América Latina y el Caribe. como horizonte inspirador. Uno de los rasgos que se resalta en el relato es la participación activa y el liderazgo de la comunidad entera. No solo los novios son los protagonistas, sino la comunidad necesitada María, Jesús, el maestresala, los servidores, los invitados, el mayordomo. Celebramos como vida religiosa hoy el signo de una comunidad que se dispone para acoger la hora de Jesús. América Latina y el Caribe sienten que ya es la hora de los liderazgos colaborativos, la hora de volver a Jesús, de entrar en las dinámicas de renovación de estructuras u organizaciones comunitarias y en red, en función de la misión, en función del Reino.

 

¡Qué no puede hacer una comunidad unida!

(Madre Marie de San Carlos)

 

Una comunidad en la que la novedad del Espíritu tiene lugar.

 

Hna Viviana Carolina Forero Angulo hj

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