Entre tres sentimientos: La alegría del carisma compartido, la tristeza por la despedida de personas que nos enseñaron mucho de Dios
y una gran confianza en que Dios seguirá haciendo su obra en este Ancianato de Campoalegre, (Colombia) que hoy dejamos.
El cierre de esta comunidad de Campoalegre está marcado por muchas emociones tanto de parte nuestra como de parte de la gente que acompañamos. De nuestra parte sentimos una gran confianza en Dios, esta obra que lleva 19 años ha venido avanzando y lo seguirá haciendo con la ayuda y generosidad de tanta gente caritativa.
Agradecemos a Dios el reflejo que la gente nos hace, expresan que esta obra tuvo un gran cambio desde que llegaron las Hijas de Jesús hace 5 años. Recuerdan a cada una de las hermanas que han pasado dejando su huella de humanización aquí. El avance es evidente, nosotras también lo notamos y agradecemos a Dios por estos rostros de los abuelos, ahora más limpios, felices, conversadores, solidarios entre ellos, agradecidos, confiados y más respetuosos.
En mi caso siempre confié en la posibilidad de cambio de un abuelo, no creí que estaba determinado a vivir en unas condiciones de marcada amargura y agresividad. Sin muchos estudios a este nivel de geriatría, todas hemos observado sus comportamientos y nos hemos dado a la tarea de redoblar nuestros gestos de amor para con ellos, dirigirnos con respeto a cada uno, por su nombre y el “don…” que les da una importancia, que no habían tenido. Junto a este amor implementamos unas estrategias que han honrado mucho la vida de cada abuelo(a) y la del grupo en general.
Confiamos a Dios la continuidad de este proceso de humanización, a la vez confiamos en el comité de apoyo y el personal que poco a poco ha ido entendiendo que su trabajo corresponde a una misión como creyente. Da gusto ver la relación de respeto para con los abuelos y abuelas y a su vez la sana autoridad del personal (6 señoras) al servicio de ellos. Esto ha sido uno de los logros más significativos ya que en una cultura machista y clasista la Señora del aseo no tenía ninguna autoridad.
El Ancianato despierta en la gente mucha solidaridad, por eso varias personas creyentes hacen su aporte allí, un grupo de la renovación carismática es fiel a prestar su servicio cada mes, el comité económico promueve actividades en favor de ellos, el grupo de apoyo alimentario es fiel también cada domingo a pedir donación para ellos, personas solidarias del pueblo traen su ofrenda y prestan un servicio. Estas personas son cada vez más conscientes que lo que no hacen en bien de los abuelos y abuelas nadie lo hará. Su misión allí vale oro, ningún servicio es pequeño; es Dios mismo quien les acompaña y sostiene dándoles los dones necesarios y la audacia para continuar apoyando esta obra parroquial.
Nos vamos muy agradecidas porque al lado de toda esta iglesia viva hemos podido vivir el carisma de una manera nueva. Les admiramos y aprendimos mucho de las personas, sobre todo de los abuelos y abuelas en tantas actitudes, pero en especial el desprendimiento y este aceptar obediencias aun a los 90 años!. Seguiremos en comunión de fe desde la oración, los lazos de amistad y fraternidad que se quedaron grabados en nosotras.
Viviana Caroline Forero, h.j.
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