La canonización de Madre Teresa el 4 de septiembre del 2016 fue para Madeleine Le Beau la oportunidad de releer su experiencia de 11 años pasados con las Misioneras de la Caridad en Port-au-Prince (Haïti).

“En 1993, recibo mi obediencia para Haití. Mi comunidad está cercana al huerfanato de las Misioneras de la Caridad. Me presento a ellas para tomar contacto. Un puesto se encuentra vacante: acompañar a los más pobres, a los más desprovistos, a los más discapacitados. Reflexiono, oro, acepto. Es así que estuve al lado de las Hermanas de Madre Teresa y que conocí sus obras.

Me gustó mucho el clima de oración: celebraciones litúrgicas orantes, alegres, tiempo de oración ritmando el día. El jueves entero se consagrado a Dios con tiempos de oración a lo largo del día. En esa unión con Dios, las Hermanas encuentran fuerza, paciencia, disponibilidad para ir hacia los residentes/as, “rostros de Cristo vivo entre nosotros”.

Numerosos voluntarios están ayudando. Es una apertura casi mundial.

Recuerdo la muerte de un niño que yo acompañaba. Toda la comunidad MSC se reúne para orar cerca de él y cantar la esperanza de la Resurrección. Me emocionó y estaba feliz. Me marca todavía hoy.

Un día al mediodía, al salir, me quedé delante de un grupo de curiosos que rodeaban un niño tartamudo que su mamá había dejado, desconcertada por ese hecho. Pasó a ser nuestro.

Más tarde, una noche, en el umbral de la puerta, un portador del VIH que tiene 14 años, discapacitado, espera socorro. Admitido primero en el huerfanato, lo hospitalizan después para unos tratamientos que no fueron eficaces. Vuelve al huerfanato donde muere en la dignidad.

Las Hermanas MSC reciben sin exclusión, sin ninguna excepción, dan a todos cuidados, comida, afecto.

Por mi parte, leo en esas vidas dadas la concretización de Mt 25,33-45 y la puesta por obra del carisma de nuestra Congregación: “Honrar la santa Humaridad del Hijo de Dios”.

Madeleine Le Beau