Así se le recordará a nuestra Hna. Diana Andrea Díaz Silva quien partió a la casa del padre el 9 de diciembre 2015.
En medio de la tristeza de su partida, como “una vela que se fue consumiendo lentamente y con resistencia”. Desde enero 2015, cuando supimos su desalentador diagnóstico: leucemia medular, en medio de la sorpresa desagradable, fue ocasión para maravillarnos de la acción absolutamente misericordiosa y cercana del Dios que nos ama; porque a través de la:
- Fraternidad, expresada en los sinnúmero de mensajes venidos de todas partes: Hijas de Jesús, otras congregaciones, sacerdotes, asociados, vecinos, ex colegas de trabajo, compañeritos de estudio, de misión haciendo que la familia de Andrea se extendiera de una manera admirable….
- Amistad, cariño, expresión sincera de lo mejor que hay en el corazón humano, nos hace valorar la amistad y lo esencial en las relaciones.
- Los sacramentos que significaron la compañía de Dios en esta lucha y espera.
- El servicio profesional en los enfermeros (as) y médicos, hecho con amor y caridad, favoreció que Andreita creará lazos de fraternidad en este ambiente de dolor y enfermedad, haciéndolo más humano y agradable.
- El Discernimiento y relectura a la luz de Dios, de lo que vivía ella misma, su familia y todas las hermanas Hijas de Jesús, permitió sentir mas claro el paso de Dios en todo este camino.
- Proceso de aceptación en ella, en la familia y las hermanas y amistades. ¡Toda una preparación cuidadosa, para esta partida final!
- Cercanía con otra joven madre de tres hijos, quien padece el mismo cáncer.
- La casa de acogida: “Olaya”, comunidad donde pudo estar por poco tiempo, se adecuó a todo nivel para facilitarle su convalecencia.
Son varios sentimientos y reflexiones que esta enfermedad, nos ha suscitado como provincia.
En todo, todo, Dios se ha manifestado haciéndonos ver, que su presencia no es una idea para consolarnos, sino que su presencia es real, acompaña, da fuerza, esperanza y reconforta, llenando de sentido tanto la vida como la realidad de la muerte.
Ahora nos sentimos más Hijas de Jesús, con menos preguntas obsesivas de “por qué” , como lo dijo el padre Carlos Bernal Jimenez en la homilía de las exequias: “Debemos preguntarnos el para qué y no tanto el por qué?” Y en verdad las respuestas encontradas nos han enseñado a resignificar la manera de vivir nuestra existencia, nuestra manera de relacionarnos, de expresar la vida que tenemos, pero también nos enseñan la realidad de la muerte, que toca las fibras de nuestra humanidad frágil y limitada. Sólo en Dios, hay una mirada más esperanzadora, y podemos decir con San Pablo: “Si nuestra esperanza en Cristo no va más allá de esta vida, somos los más miserables de todos los hombres” 1 Cor. 15, 19
Esta vivencia de fe y fraternidad suscitó varios comentarios de la gente, que a lo largo de la velación y el camino al cementerio “jardines del Apogeo” decían estar muy admirados por la comunidad del Olaya: (Teresa Perot, Cecilia Valbuena, Martha G. Rodríguez, Cristina Otálora, y en un momento de estadía, la novicia Nolvia Ávila), quienes de una manera muy fraterna y amorosa, sin escatimar esfuerzos han acogido la familia, los amigos y sobre todo, esta dura realidad de la enfermedad de Diana Andrea, Hna. Joven.
Sin la oración de todos y cada una de las personas, esta experiencia no se hubiese vivido como se vivió. En nombre de todo el sector les decimos: ¡Gracias por la comunión y la oración, que sentimos crea unos vínculos profundos y nos confirma que somos un solo cuerpo, que sufre cuando un miembro sufre”.
Viviana Carolina Forero A. HJ
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