146 años de servicio

Las Hijas de Jesús obraron al servicio de la población durante 146 años en Grandchamp (Francia). En el inicio del mes de septiembre, la comunidad parroquial y la comuna agradecieron a la Congregación por esos numerosos años de presencia y servicios. En el trascurso de la celebración, Hna Christiane Lorcy, Provincial, evocó unas páginas de la historia…

Queridos feligreses de Grandchamp y de los alrededores,

Queridas hermanas de la comunidad y de otros lugares,

 

Estamos reunidos para celebrar esta Eucaristía que marcará una etapa de la vida de la parroquia y de nuestra congregación.

Agradezco al Padre Faustin que quiso organizar ese encuentro y al diácono Armel. Manifiestan así el reconocimiento de la parroquia a las hermanas de la comunidad y, por medio de ellas, a todas las que vivieron aquí.

Saludo también al señor alcalde que, en su función, representa a la población de Grandchamp. En efecto, las hermanas que se sucedieron aquí desde 1871 no solamente estuvieron sirviendo a la comunidad cristiana sino que dieron su aporte al anuncio del Evangelio a todas las personas, creyentes o no, en la educación y la enseñanza, el cuidado a los enfermos, el acompañamiento de las personas de edad, por su participación en la vida de la ciudad y por su presencia en los momentos de desamparo que tocan a todos indistintamente sin tener en cuenta las fronteras sociales, políticas o religiosas.

No llevo la cuenta del número de las hermanas que vivieron entre ustedes, pero en 146 años hubo muchas: según los años fueron entre 3 y 8 en la comunidad. Su manera de situarse y de vivir siguió los meandros de las evoluciones de la sociedad y de la Iglesia y muchos de ustedes vieron esos cambios. No solamente hubo el cambio del vestido sino también del lugar de la vivienda. Durante largo tiempo, la comunidad vivió en los locales de la escuela. A partir de los años 1975-1980, la comunidad se mudó tres veces. Al mismo tiempo cambiaron también las inserciones pastorales y las actividades profesionales. En breve, si el mundo se movió, también las hermanas y la vida religiosa fueron removidas.

Ya en 1990, en el resumen de un encuentro comunitario se lee lo siguiente: “Considerando el número y la edad de las hermanas ¿qué será de la comunidad en el futuro?” Ese interrogante nos llega hoy y es con el corazón encogido que las últimas hermanas presentes aquí tienen que vivir su partida.

Con ellas, no podemos negar una cierta tristeza y podemos lamentar que el relievo no haya sido asegurado… pero la fe y la esperanza son más fuertes. Es Dios que conduce la historia, incluso cuando no la entendemos. Varias veces en la Biblia escuchamos al Señor que invita a irse, a atravesar el mar o el desierto y las dificultades confiando en él. A su vez, Jesús invita a perder su vida porque es así como verdaderamente la podemos encontrar. Fue su propio camino: no es porque fracasó en su misión terrenal que murió sino porque era necesario que muriera para que su Padre le dé la Vida plena, una vida que se cambió en la nuestra, en nuestra salvación y la de todos los seres humanos en la tierra.

Entonces, contando con su apoyo fraterno y su oración, es en la serenidad, la esperanza y la acción de gracias que queremos vivir esa partida. Sí, damos gracias por los frutos escondidos que sólo Dios conoce y que maduraron en el trascurso de los 146 años de presencia. Las hermanas que vivieron entre ustedes, las que están aquí, las que están viviendo como las que entraron en la eternidad les agradecen a ustedes y desean a la comunidad cristiana y a todos los habitantes de Grandchamp un futuro de paz y de fraternidad.

 

 

Después de la celebración eucarística, durante el coctel de la amistad, el alcalde, Yves Bleunven, dio a las dos hermanas Anne y Marie-Thérèse la medalla de la ciudad.

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