¿Puede el confinamiento empujarnos hacia una nueva simbiosis entre la naturaleza y los seres humanos que sea a la vez más saludable y más sostenible? Nos estamos haciendo esta pregunta en París.
Es Bruno Frappat en su crónica de La Croix del 22 de Mayo que me lanzó en esta reflexión. Escribiendo sobre la naturaleza: el dice que se creyera oírla hablarnos en estos tiempos de pandemia. Entre otras cosas, la imagina decirnos de no tener miedo, que terminaremos teniendo vacaciones de verano después de una primavera podrida. Primero, me dije, “Sí, ¡Dama naturaleza no ha sido tierna con nosotros en esta primavera!” Bueno, tuvimos un buen tiempo, pero ¿de qué sirve el buen tiempo cuando uno está confinado? Aquí en París, se vio prohibido todo acceso a la naturaleza, desde los grandes bosques de los alrededores de la ciudad hasta los pequeños parques con sus pocos árboles y un área de juego para los niños.
Visitar a viejos amigos
Ha sido duro, y no sólo porque dependemos de esos espacios para tomar el aire y paliar la promiscuidad de una gran ciudad muy poblada. Una vez instalados en París, tomamos costumbres que llegan a ser casi rituales. La primavera es la estación en que visitamos el Jardín de las Plantas para admirar el cerezo del Japón gigante. Es la estación de las glicinas en el patio interior de la Gran Mosquea, de los castaños en los parques. Los conocemos y cada año, los visitamos como se visita a amigos de largo tiempo.
A causa del confinamiento, no he podido visitarlos este año y eso me ha perturbado de verdad. Es como si alguien me hubiera cortado un trozo de mi círculo anual. Dispuesta a cumplir con mi deber en nombre del bien común, me quedé en casa pero reconozco que he gruñido en mi cabeza contra el gobierno – “¡Pandilla de ladrones! Y además, ¡perdimos la fiesta de Pascua a causa de ustedes!” Teniendo un alma del hemisferio norte, siempre hice la relación entre Pascua y los signos de la vida nueva en la naturaleza.
La belleza intacta
Hubiera podido sucumbir en la tentación de un verdadero apiadarme, pero Bruno Frappat no terminó su párrafo en esta nota, sino con estas palabras:
“No tengan miedo, tienen todavía un futuro
y nosotros, naturaleza, les ayudaremos
gracias a nuestra belleza intacta.”
Cuando leí estas palabras, dejé de apiadarme sobre mi situación, porque otras imágines se me vinieron a la mente. Primero, vi a Dama naturaleza continuar su vida, a pesar de nosotros y a pesar de todo. En el momento de escribir esta reflexión, los Jardines de París quedan cerrados a los visitantes, pero eso no impide florecer a los árboles. Aún imaginé al gran cerezo decirse, “Déjenme, ustedes los seres humanos, devolver mi belleza a Dios solo. Vuelvan cuando habrán cesado de tratarme como un fondo para sus selfies, cuando habrán aprendido verdaderamente a mirarme y admirarme”.
No he visto tampoco las grandes gramas tendidas en el Jardín del Luxembourg, con sus cuadros de flores de invernadero, plantadas con la ayuda de una regla. Pero, Dame naturaleza me hizo el regalo de una pequeña joya a dos minutos de la comunidad: un día, mientras hacía mi “desplazamiento derogatorio” de una hora, he localizado un pequeño estanque. Hubiera podido perderlo, del otro lado de la reja, ¡la yerba y las plantas acuáticas se habían vuelto tan altas! El agua estaba repleta de peces rojos que saboreaban el aire lleno de insectos. Pura gratuidad y ocasión para maravillarse en un ambiente de barrio casi muerto.
Vivir en simbiosis
Finalmente, Dame naturaleza nos habló por sus emisarios, los pájaros. Estos últimos viven en simbiosis con los seres humanos en París de una manera más o menos adaptada. Para ciertos, el confinamiento ha sido una prueba. Nunca he visto las cornejas tan desconcertadas, como melancólicas. ¿Qué se puede comer cuando no hay más estudiantes en la universidad, pues no hay restaurantes de comida rápida abiertos, tampoco basureros llenos de sobras de comida que picar? Como nosotros, tuvieron que cambiar sus costumbres, y aprender a vivir sobriamente.
Otros pájaros, en cambio, se desarrollaron. Gracias al descenso de polución del aire y de la polución luminosa y sonora, los pájaros son menos estresados, y claro, no fueron confinados. Los ornitólogos se alegraron porque se encontraron especies ahí donde les miramos raramente “en tiempo normal”. En el transcurso de un solo día, confinada en la comunidad, he notado:
- Tres paros azules jugar juntos en el rosal del patio interior.
- Unos vencejos rodar y sumergirse en el cielo encima del inmueble.
- Un mirlo, posado en el canalón, cantando de todo corazón.
Otra vez, regalos gratuitos por los cuales he dado gracias.
No, la primavera no ha sido podrida, sólo ha sido diferente. Este año, es Dama naturaleza que me ha visitado, ayudándome a no tener miedo. Ahora, doy vuelta hacia el futuro. El desconfinamiento empezó, y los parisenses van rápido retomar sus malas costumbres. Las cornejas tendrán bolsas de basura llenas para picar de nuevo. Al mismo tiempo, no puedo impedirme esperar que este período que nos hizo vivir con la naturaleza de otra manera nos empujará hacia una nueva simbiosis a la vez más sana y más duradera.
HnaRhona Burns hj
Gracias Rhona..Es verdad que ustedes viven la liturgia casi con las estaciones climaticas…Pero animo Pentecostés es más efusuión de sus dones hoy más que nunca…Florece la vida,la esperanza,la alegría y la creatividad de celebrar la fe y la vida,el trabajo, el descanso …Todo es nuevo….
Abrazo y Feliz fiesta¡