Desclericalización Un desafío de la Iglesia latinoamericana

Una hermana en Chile, reflexiona sobre el momento que vivimos. Hay muchos desafíos. Es urgente avanzar por nuevos caminos para desmontar la clericalización que nos afecta a todos, pero quizás, el gran desafío es volver en fidelidad al mensaje de Jesús como discípulas y discípulos para hacer posible el Reino.

Una Iglesia dolida

Este desafío grita hoy con urgencia por las voces de tantas y tantos que se sienten defraudados, decepcionados, dolidos y dudosos. Significa retornar a la fuente, al mensaje de “la Buena Noticia” de Jesús de Nazaret lo cual compromete nuestra fidelidad en la práctica de nuestra vida. Es ponerlo a él y a su mensaje en el centro de la vida comunitaria eclesial y no a la Institución como centro.

La Buena Noticia que enseñó con hechos y palabras, humanizando la vida de sus coterráneos, animando su esperanza; es lo que necesitamos rescatar hoy.

 

Llamada a la fidelidad del reino

 

Lo que Jesús pretendió y logró poner en marcha fue un movimiento alentado por un mensaje vital de renovación dentro de Israel, en fidelidad a los profetas y la sabiduría del pueblo, anunciando que el Reino de Dios estaba cerca y había que entrar en su dinámica. Sin embargo, con el transcurso de los siglos, este movimiento se convirtió en una religión que de a poco desplazó el proyecto de Jesús -el Reino. Y se puso en el centro la institución.

Jesús quedó como un centro de culto, lo que él nunca quiso. Quedó el cielo como meta de la vida y no el Reino que él predicó y que prometió se establecería aquí y ahora en la tierra. Para Jesús el Reino tenía que hacerse concreto en la historia, en la existencia humana. Los evangelios están llenos de momentos, de escenas en que Jesús actúa para cambiar la vida, liberarla a favor de mujeres, hombres y niños de su tiempo.

 

Esta desviación del rumbo original que marcó Jesús nos ha costado caro. Hoy, a pesar de singulares movimientos de renovación, liderados por personas íntegras y santas a través de la historia, no hemos podido liberarnos del peso de un estilo de vida eclesial, de organización, de doctrinas, de prácticas, de ritos muy alejados de la cercanía del mensaje sin poder, de amor y misericordia que predicó Jesús y la preocupación que tuvo con sus discípulos y discípulas a favor de todos los sufrientes, olvidados y marginados de la sociedad.

 

La sencillez del proyecto originario

Jesús no vino para enseñar una religión, sino para cambiar toda la vida y formas de organización del pueblo: economía, política, cultura, vida integral, desde la comida hasta el uso de los recursos naturales. El propuso una nueva forma de vivir, una vida nueva; “Vayan al templo y anuncien al pueblo este nuevo modo de vida” Hch 20; “No se acomoden a este mundo, por el contrario transfórmense interiormente con una mentalidad nueva para discernir la voluntad de Dios, lo que es bueno, aceptable y perfecto” Rm 12, 3. “Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído” Hch 4, 20.

 

Son siglos que nos pesan de una estructura “monárquica, androcéntrica de poder, separándonos en jerarquía y fieles, clero y laicos, hombres y mujeres en vez de unirnos todos como hermanos y hermanas iguales en dignidad, capaces todos de pensar, de aportar a los cambios que claman nuestras sociedades porque como Jesús enseñó, el Reino es justicia para el pobre, bienestar, vida digna para todos los hijos de Dios aquí, hoy, en nuestras tierras. Los abusos de poder y conciencia que hoy lamentamos son frutos de una estructura alejada del Evangelio.

 

Los escritos que deben ser de preferencia nuestra lectura de cabecera son los evangelios y la vara de medida de nuestro compromiso con los demás pueden ser los textos de Mateo 25,31-46 y Juan 13,34-35. Tan sencillo fue y es todavía este mensaje de Jesús, pero para hacerla vida requiere mucho amor, sabiduría, coraje, humildad, entereza y entrega de nuestra parte. Será nuestro aporte personal y comunitario a los cambios que todos anhelamos y serán posibles con nuestra vida nueva. Lejos de desanimarnos ante nuestra historia presente, avivemos nuestra fe y esperanza de “los del camino”, el camino de Jesús. Hch 19, 23. Hch 22, 4.

 

Margarita Wettsgood HJ

 

 

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