¿De dónde somos? ¿Cuál es nuestro tesoro?, pequeñas preguntas que nos han permitido beber de la fuente de agua viva, conmovernos antes la grandeza de Dios manifestada en la congregación y en cada una de nosotras.

El distrito de Haití y las provincias de África y América Latina hemos traído la vida de nuestros pueblos, de la iglesia de la que somos parte, del rostro del carisma que vivimos.

Escuchamos las distintas realidades de un mundo que “progresa” pero, por otro lado se presenta: violencia, corrupción y una política que suscita división, desigualdad e insatisfacción. Un mundo marcado por la dinámica capitalista donde los poderosos se encargan de cerrar oportunidades y negar condiciones de vida digna. En esta realidad está la Iglesia que camina entre luces y sombras con profetas de esperanza. Pero a la vez tiene muchos retos que demandan un verdadero anuncio del evangelio en esta sociedad.

Con gratitud vemos que nuestro carisma de humanización es una respuesta, un verdadero consuelo para la sociedad en la que los pequeños siguen siendo excluidos. En nuestras casas el pobreencuentra lugar, encontramos que el carisma y nuestras opciones son posibilidad del Reino. Aunque la congregación es pequeña no está muerta, nuestras Hnas. Mayores nos siguen acompañando con su tesoro: el testimonio y la oración. En el compartir se sentía un deseo profundo por renovar nuestro dinamismo misionero.

Después, hemos presentado el tesoro que tenemos como provincia y personalmente. Pues la congregación se ha construido a partir de los tesoros de fe y audacia de nuestros fundadores y de todas las hermanas que nos han precedido. “Como símbolo hemos guardado nuestros tesoros en una maleta antigua que representa el gran tesoro, nuestra herencia espiritual, que se nos ha dado de nuestros fundadores. Tomamos consciencia de que los tesoros se comparten no podría haber congregación si otros no hubieran cuidado y compartido sus propios tesoros.

Ada Cristina Cruz y Viviana Forero A. FJ